lunes, 20 de diciembre de 2010

"Si hace boludeces, con el Negro no va a jugar"

Passarella advirtió en público a Ortega: "Si hace boludeces, con el Negro no va a jugar". Y la gran apuesta se llama D'Alessandro.
Si hay alguien en el mundo del fútbol que conoce a Ariel Ortega, ése es Daniel Passarella.
Si hay alguien que confía en lo que que el Burrito puede dar en una cancha, ése es el Kaiser.
Si hay alguien que conoce el problema del último ídolo del club, ése es el presidente.
Una especie de padre futbolístico, tutor y encacargado desde aquel 14 de diciembre del 91, cuando con River campeón del torneo Apertura lo hizo debutar en Primera (lo puso por Claudio Spontón) en un 1-0 a Platense.
Pasaron casi dos décadas de aquella noche y los consejos ya no son destinados a un chico de 17 años para comprarse la casa antes que el auto. Ahora son límites y una advertencia sonora para el hombre de 36. "Va a depender de él. Si hace boludces, con el Negro (López) no va a jugar. Ya se habrá dado cuenta porque no jugó los últimos dos partidos", fue el aviso público de un Passarella que avaló en privado que Jota Jota no haya tenido en cuenta al 10 para los partidos con Estudiantes y Lanús, por una ausencia sin aviso a una práctica previa al choque con el campeón.
En este laberinto con final enigmático que es el caso Ortega se amontonan situaciones cruzadas. Fue el propio Passarella, en su última etapa como entrenador, quien le recomendó un tratamiento para su adicción y hasta consensuó con su familia una internación en Chile. También fue el Kaiser el que durante el último invierno le renovó el contrato por un año. Un año, este 2010, en el que se acentuó una tendencia: la del Burrito más importante cuando no juega que cuando juega. La de ese jugador notable, que entiende como pocos lo que es jugar en River, pero que ya no desequilibra como antes, mantiene su magnetismo pero no genera manifestaciones de fanáticos cuando falta.
Que la obesión para el 2001 sea traer a Andrés D’Alessandro no es para nada casual y sí otra señal de que los tiempos de Ortega empiezan a acortarse. Y que no hay más lugar para "boludeces".

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